DE LA MERINDAD DE
TRASMIERA A LA DE VALDIVIELSO: Nicolás de la Garmilla y otros muchos.
«En veynte y dos de agosto de mil y seiscientos y cincuenta y
siete años murió Nicolás de la Garmilla, oficial de cantería natural del lugar
de Ornedo de la Junta de Cudeyo
de la Merindad de Trasmiera. Dejó echas sus
declaraciones en que mandó se cumpliera por su alma en dicho lugar de Ornedo. No hera vecino, solo que
estaba trabaxando en este balle.
Hízosele su entierro. Y se le dio tierra en la
capilla mayor en la segunda clave al lado del ebanxelio
junto a la sacristía pegando a pared. Y en fe de ello lo firmo. Y rescibio los Santos Sacramentos.
[firma:]Bachiller Joseph Fernández de Encinillas»
Esta partida
de defunción puede leerse en los libros parroquiales de la iglesia de Santa
María de La Puente. Aquel mismo año de 1657 estaba el maestro de cantería Juan
de la Garmilla, el patriarca de todos los Garmilla de Valdivielso, construyendo
la torre con escalera de husillo en la parroquia de Valhermosa.
Juan residía en La Puente, o sea en Puentearenas,
donde se había casado y tenía ya un hijo nacido en enero de 1656 y de nombre
Juan, igual que él. En cuanto a Nicolás de la Garmilla, aunque su pueblo estaba
lejos, en la Merindad de Trasmiera, falleció en La
Puente, porque seguramente vivía allí con su pariente Juan, o al menos
trabajaría con él. Pero los lazos de Nicolás con Trasmiera
eran fuertes: dejó expreso mandato de que se rezara por su alma en Hornedo, lo cual permite suponer que su familia más cercana
residiría allí. Con gran sentimiento asistiría Juan al entierro de Nicolás, que
sería tal vez su hermano, o primo , o sobrino. La
partida de defunción no nos dice la edad de Nicolás, y tampoco si murió de
enfermedad o por algún accidente laboral. Su pariente Juan fallecería siete
años más tarde, en 1664, también en el mes de agosto, y también fue enterrado
en la iglesia de Santa María de Puentearenas. Sin
embargo, la partida de defunción de Juan es mucho más breve, apenas cuatro
líneas. Solo nos dice que lo enterraron, como a Nicolás, en la capilla mayor,
en el lado del evangelio, pero en la décima clave (losa de piedra con un gancho
o un orificio para poder levantarla). Juan enviaría a Hornedo
los dineros que hubiera ganado Nicolás en Valdivielso, para que llegaran a su
familia y para que se sufragaran misas y rezos por su alma. Los registros de la
iglesia de Santa Juliana, la parroquia del pueblo de Hornedo,
solo se conservan desde 1666, por lo que es imposible investigar en los libros
parroquiales el parentesco existente entre Nicolás y Juan, o saber en qué
fechas nacieron, o si nacieron en el mismo pueblo. Por otra parte, las actas
notariales sí reflejan las actividades de los maestros de cantería, porque
ellos firmaban proyectos y contratos. Pero es difícil que un peón o un oficial
de cantería, como Nicolás, aparezca mencionado por un escribano. Por todo esto,
de Juan y Nicolás solo tengo datos, por ahora, de las partidas de defunción de
ambos y, en el caso de Juan también por unas cuantas escrituras notariales,
pero en la época estos documentos mencionaban solo lugar de residencia y casi
nunca el de nacimiento ni la edad de los allí citados.
Sin embargo,
las actas notariales guardadas en el Archivo Histórico de Burgos (AHB) dan
cuenta de un considerable trasiego de contratistas y trabajadores de la
construcción entre Trasmiera y Valdivielso durante
aquellos años de mediados del siglo XVII. ¿Quiénes eran? Pues se trataba
principalmente de maestros canteros y maestros carpinteros a los que los
valdivielsanos más pudientes encargaban edificaciones y reformas de casonas.
También en las iglesias había muchos trabajos para ellos: escaleras, púlpitos,
capillas, torres, sacristías, etc. Los apellidos de estos maestros trasmeranos
con frecuencia se repiten, incluso en un mismo proyecto de obra, por lo que hay
que pensar que en ocasiones acudía más de uno de la misma familia. Mirando en
el AHB aquellos protocolos de la época (los que no están desmigados y se pueden
consultar), encontramos a Francisco de la Lastra, pero en los años 40 del siglo
XVII nos encontramos también con Simón de la Lastra (vecino del Valle de Meruelo, casado con María Fernández de la Puente) y con
Domingo de la Lastra (también vecino de Meruelo);
asimismo Juan del Maco, Francisco del Maco y Domingo del Maco, que trabajaron
en Arroyo, pero no hay constancia de que se asentaran en Valdivielso. Y hubo
otros, como el maestro de cantería Francisco de Praves
y el maestro de carpintería Mateo Fernández Pillón y
el fundidor de campanas Mateo de Arnuero. La mayoría
de ellos siguió manteniendo su residencia en Trasmiera,
unos en su Valle de Meruelo o en Arnuero,
en la Junta de Siete Villas, y otros en la Junta de Cudeyo,
en Hornedo, etc., formando una red de constructores
que se contrataban para obras en distintos lugares fuera de su comarca. Incluso
hay noticias de comisionistas que, sin moverse de Trasmiera,
enviaban mano de obra, sobre todo peones canteros que iban a tallar sillares, y
luego esos contratistas cobraban de los maestros y pagaban después a los
peones. ¿Tanto dinero había en Valdivielso que daba incluso para que unos
intermediarios, antecesores de las actuales ETT, sacaran su beneficio? ¡Ay,
amigo! Pues parece que sí. Aunque la gran historia nos ha enseñado que Castilla
se desangró en el siglo XVI con la conquista de América, y que atravesó una
importante crisis agraria en el siglo XVII, en la pequeña historia de
Valdivielso nos encontramos en esos siglos con épocas de economía floreciente,
al menos para algunas familias. Indianos, comerciantes, militares y altos
funcionarios querían edificar o embellecer sus casonas en su pueblo natal, y
asimismo construían capillas, y también entregaban dineros a las parroquias
para la redención de sus pecados y la salvación de sus almas. En definitiva,
prosperaban pero no se olvidaban de Valdivielso, tal vez porque el fuerte
componente religioso y la conciencia de linaje que aglutinaron a la sociedad en
nuestros pueblos seguían siendo muy poderosos incluso en la distancia.
Por ejemplo,
leyendo una escritura pública firmada en 1640 ante don Pedro Alonso de la
Torre, escribano de Población, nos enteramos de que “Don Juan Fernández de
Valdivielso, teniente de pagador general de Su Majestad en los Estados de
Flandes y asistente en ellos”, representado por su cuñado Pedro Alonso de
Huidobro, cierra en cinco mil novecientos ducados un contrato con los
trasmeranos Francisco de Praves y Mateo Pillón, vecinos del Valle de Meruelo,
Junta de Siete Villas, para que estos se encarguen de la obras de cantería y
carpintería de la casa que se quiere construir en Arroyo de Valdivielso dicho
señor don Juan Fernández de Valdivielso. Podríamos pensar que el funcionario de
Flandes deseaba con esa construcción prepararse un lugar confortable para
terminar sus días retirado en Valdivielso, y es posible que así fuera, aunque
en aquella época pocos llegaban a jubilarse, y yo más bien diría que ante todo
habría en él un deseo de dar prestigio a la familia, a su apellido y a su
linaje construyendo un edificio sólido y de gran prestancia en su pueblo natal.
En 1656 don Juan seguía residiendo fuera de Valdivielso, concretamente en la
Villa y Corte de Madrid con su esposa doña Ana Alonso de Huidobro. Don Juan
Fernández de Valdivielso también mandó construir para él y su familia la
capilla situada a la izquierda del presbiterio en la iglesia parroquial de
Arroyo. Tendremos que hablar más sobre estas pequeñas historias a medida que
las vayamos estudiando. Desde luego, hay materia interesante.
Por ahora,
se puede afirmar que la ruta entre Trasmiera y
Valdivielso estuvo muy concurrida en aquellos años del siglo XVII, y fue en
general una ruta de ida y vuelta. Me alegro por los que quisieron quedarse a
vivir en el Valle, como Juan de la Garmilla, mi antepasado, y mi también
antepasado Francisco de la Lastra, del que asimismo hay datos en los libros
parroquiales de Valdivielso, al menos como para saber que se había casado y
avecindado en Condado, y que con su esposa Casilda Fernández tuvo hacia 1625 a
su hijo Francisco de la Lastra y Fernández, que también fue maestro de
cantería, y que este último se casó con Lucía Díaz de la Torre, con la que tuvo
a sus hijos Francisco (1650) y Pedro (1652), y además, en 1662, un contrato
para construir el palacio de los Díaz de la Torre en Arroyo. De Juan de la
Garmilla, casado con Francisca de la Lastra y Fernández, hija de su colega y
paisano Francisco de la Lastra, ya conocemos su descendencia en Valdivielso.
Siento que Nicolás de la Garmilla no pudiera elegir, y que para él no hubiera
camino de vuelta, solo una tumba bajo las losas de una iglesia. Quedamos los
que a través de su pariente Juan compartimos su apellido. Y le recordamos desde
la tierra que fue su última morada a orillas del Ebro, lejos de su Trasmiera.
Todos
aquellos trasmeranos fueron trabajadores inmigrantes o itinerantes que hablaban
diferente y tenían otras costumbres. He sabido que hay una jerga específica de
los canteros de Trasmiera, la lengua secreta del
gremio, llamada “la pantoja”, cuyo uso está
comprobado por lo menos desde el siglo XVI, y que sigue las reglas gramaticales
del castellano, pero utiliza verbos y sustantivos propios y, cuando no los
tiene, se cambian en las palabras castellanas el orden de la consonantes para
hacerlas incomprensibles. Con frecuencia aparecen en esta jerga también
vocablos de origen germánico, francés, gallego o vasco. A Juan de la Garmilla y
a Francisco de la Lastra, y al resto de trabajadores (o “mureadores”)
trasmeranos que estuvieran en Valdivielso entonces, se les vería “oretear por los llampos” cuando Nicolás falleció. “Oretear” significaba en su jerga “llover”, y “llampos” eran
los ojos. Y “llover por los ojos” lógicamente no era otra cosa que “llorar”.
Así de poetas eran aquellos manes… digo, hombres.
Mertxe García Garmilla